Tú no te vas a acordar



Tú no te vas a acordar, pero un día saliste de mi cuerpo y tu llanto se calmó sólo con tocar mi piel.

Tú no te vas a acordar, pero te encantaba estar entre mis brazos.

Pasabas horas sonriendo en mi pecho.

Y el simple hecho de estar a mi lado te hacía feliz.

Me buscabas con la mirada cada vez que desaparecía, y te calmabas escuchando las canciones que me inventaba por culpa de mi escaso repertorio en lo referente a música infantil.


Tú no te vas a acordar, pero te levantabas sonriendo aunque fueran las 5 de la mañana (a mí no me hacía tanta gracia, no te voy a mentir).

Me tratabas como si yo tuviera 85 años, ofreciéndome tu ayuda para darme de comer, levantarme del sillón o subirme las bragas.

Estuvimos muy unidas, cariño.

Y fue una de las mejores épocas de mi vida.


Pero esta conexión tan intensa comienza a diluirse y poco a poco empiezas a ser tú.


Y qué vas a recordar de esta etapa tan potente, tan importante, tan increíble? Nada.


Y yo un día seré esa madre, la pesada, la que no se entera, la que no te deja salir al Pachá ni hacerte el piercing en el ombligo y le harás más caso a lo que te diga la Jenny, que a lo que te diga yo.


Y, sabes? Seguramente añoraré estos tres primeros años de tu vida, en los que me mirabas con ternura, pero también estaré agradecida de que la vida me haya dado la oportunidad de seguir a tu lado. 

Además, me convertiré en esa madre pesada A MUCHA HONRA, porque que te quede claro que no te voy a dejar ir de marcha a Puerto Rico, que sé perfectamente que quieres hacer una parada en casa de la Jenny para ponerte su minifalda de lentejuelas ¡¡PERO SI SÓLO TIENES 15 AÑOS!! ¡¡PONTE A ESTUDIAR!! En Puerto Rico no se te ha perdido nada, Y PUNTO.


Un día fuimos una, cariño.

Y aunque tú no te vas a acordar,

Yo nunca lo olvidaré.


Felices 3 años❤️

A mi segundo hijo



Llegaste, y no eras el primero.


Llegaste, y nuestra vida continuó casi como si hubieras estado aquí siempre.

Comiste teta en la calle desde muy pronto.

Te llenamos la cabeza de migas de pan mientras desayunábamos en las cafeterías.

Bailaste en los carnavales, montaste en avión, escuchaste música en directo, “demasiado pronto”.

Te expusiste (también muy pronto) a los virus gracias a los besos cargados de amor y baba por parte de tu hermana.

O quizás no era tan pronto, quizás era el momento.


Llegaste, y te vestimos con ropa heredada y jugamos con juguetes que no fueron comprados inicialmente para ti.

Te hicimos fotos, pero no tan estudiadas.

Ni siquiera yo escribí mucho sobre ti tras tu llegada.

Porque no fuiste el primero,

Pero eres el último,

Mi último bebé, que crece tan rápido que se me escapa de las manos.

He dedicado este tiempo a mirarte, a darte besos, a disfrutarte, sin pensar en mucho más, precisamente porque eres el último.


Mi última conexión brutal y mamífera con un ser humano que irá, poco a poco, desconectándose de mí. 

Porque mi último bebé, ese que ahora me mira con adoración absoluta, un día me dirá que soy la peor madre del mundo porque no quiero comprarle un iPhone 54.

Y yo no te soltaré un buen cogotazo porque soy una madre del siglo XXI que prefiere solucionar las cosas hablando (de todas formas, yo no me la jugaría, mi estilo de crianza puede cambiar en cuestión de segundos).


Le pido a la vida que me deje verte crecer mientras yo pierdo, poco a poco, el colágeno que me queda.


Gracias por haber llegado cuando lo hiciste.

Gracias por enseñarme a disfrutar mucho más la maternidad.


Felices 6 meses de vida, mi niño.


Mi segundo parto



Día 1 de enero, decido ir a urgencias porque me encuentro un poco rara y estoy teniendo alguna contracción.


En las últimas visitas ya me habían dicho que el niño era grande, así que yo tenía claro que iría al hospital desde que notase algo. Si mi destino consistía en que mi hijo me destrozara el suelo pélvico con su gran cabeza... por lo menos que fuera en un entorno médico que pudiera hacer frente a la situación y no en el coche, de camino al hospital, gritándole a mi marido que a partir de ese momento nuestra relación amorosa se basaría en el respeto porque yo no iba a echar un polvo nunca más. 


Llego y me pasan a monitores para comprobar la frecuencia cardiaca del bebé y contabilizar mis contracciones. La matrona me hace un tacto vaginal y me asegura que no estoy de parto, sin embargo, me comenta que con el tiempo que tengo y el tamaño del Churumbel puedo decidir hacerme la cesárea en ese mismo momento. Nos deja un rato para pensarlo y decidimos que lo mejor es esperar. 


Mi mente se prepara para irse a casita cuando vuelve a entrar la matrona y nos dice: La decisión está tomada, el niño tiene las pulsaciones muy altas así que te haremos la cesárea ya mismo. 


Me puse a temblar al recibir la noticia, mi marido se levantó de la silla y no paró de caminar de un lado a otro. En ese momento mi odio hacia él creció por el simple hecho de no estar embarazado. Le dije muchas cosas que no recuerdo, pero que seguro se podrían resumir en: PREFIERO UNIRME A LAS MONJAS DE BELORADO ANTES QUE VOLVER A PASAR POR ESTO ASÍ QUE VETE PIDIENDO HORA PARA CORTAR TUS CONDUCTOS DEFERENTES.


Me ponen el maravilloso outfit de bata azul con culo al aire típico de las cirugías. Le pregunto que dónde está el baño, ya que la noticia había activado súbitamente mi intestino (siento ser tan específica). Cuando salgo de liberar mis nervios, no sé volver a la camilla, así que camino por los pasillos con mi culo al aire hasta que la matrona me ve dando vueltas como pollo sin cabeza y con mucho amor me guía de vuelta al box.


Me comenta que será el primer nacimiento del hospital y que me van a regalar una canastilla para el bebé. Yo deseo profundamente que en esa canastilla, a parte de cremas y biberones, haya una botella de ginebra. (Spoiler: no había ninguna, ¿Quién hace ese tipo de canastillas?)


Pasa el médico a verme. Me explica que vamos a tardar un poco en entrar a quirófano porque están operándole un dedo a un señor y yo sonrío cuando en realidad quiero decir: Por mí como si se los operan todos, ¿No pueden sacar a mi bebé de la barriga de ese hombre? Yo me quiero ir a mi casa.


Llega el momento y me cambian de camilla para trasladarme. Y como el cuerpo humano es una puta maravilla, el cerebro me da una tregua y todos los nervios se esfuman desde que entro a quirófano. A partir de ahí, ocurre lo mismo que en mi cesárea anterior: pinchazo de anestesia, me colocan, me preparan, me da un pequeño mareo de unos minutos que no tarda en irse, entra mi marido con su abdomen intacto para acompañarme mientras cortan el mío…


Sacan a mi Churumbel muy rápido, aunque les costó un poco porque el caballero era grande. Y eso que estaba en la semana 38... Si llego a parir en la 42 doy a luz a un niño de 8 años. 

El bebé llora un poco y yo también. Me lo acercan para que lo conozca y luego se lo llevan, acompañado de mi marido, a hacerle todo lo demás.


Yo me quedo para que los sanitarios acaben lo que empezaron con la esperanza de que se equivoquen y me hagan una abdominoplastia aprovechando la anestesia. Pero no. Acaban enseguida (la vez anterior estuvieron más tiempo) y en poco tiempo me vi dándole la teta al Rey de la casa.

Y aquí estamos otra vez, vuelvo a ser una vaca lechera con barriga de postparto, con el sex appeal en el subsuelo y con una mezcla de olor a regurgitación, leche materna y caca.  Tengo que destinar, por segunda vez, parte de mi dinero a sesiones de fisioterapia de suelo pélvico y entrenamientos personales para hacer frente a las secuelas físicas de esta brutal experiencia.


Y así continuará mi vida, con una Churumbela maravillosa de dos años y medio, y un Churumbel que en vez de leche materna parece que come bocadillos de mortadela Citerio.


Y aunque ya me visualizo haciendo algunos planes que tengo aparcados desde hace tiempo, como perrear hasta abajo en un concierto o mandarme una botella de vino cenando con mis amigas, ahora mismo no se me ocurre mejor plan que hacerme una vieja chocha junto a ellos.


Le agradezco a la vida esta gran experiencia. Y a mis churumbeles, gracias por darle una patada y mandar a tomar por culo todo lo que antes me parecía importante. Que la vida nos conceda la salud necesaria para disfrutarnos y que cuando cumplan los treinta y largos, mientras brindamos con una cerveza, puedan echarme en cara algún traumita leve de la infancia.


Los quiero mucho, 

(Aunque me dedique a esconder las golosinas para comérmelas yo)

El Infiel



Salí del gimnasio y me metí en la cafetería de la esquina para pecar con algo de chocolate, después de tanta sentadilla me lo merecía. Unos minutos más tarde, me di cuenta de que estabas sentado a una mesa de distancia, con uno de tus mejores amigos, hablando demasiado alto, como siempre.
Ninguno de ustedes dos se percató de mi presencia y aunque pensé en salir de allí, ya había pedido un café y un donut relleno.

Hacía unas semanas que había pillado tu infidelidad por un comentario que hizo una tercera persona. Hacía tan sólo unos días que supe que me habías dejado por aquella chica de pelo negro (más largo que el mío), de sonrisa reluciente (más bonita que la mía), e indudablemente más guapa y simpática que yo (esto tampoco era tan difícil).

Mientras le daba un mordisco al donut, escuché como tu amigo te preguntaba por qué no me lo habías dicho antes, en lugar de esperar a que yo te descubriera.

(Tu amigo me cae bien, ¿sigue soltero?)

Agudicé el oído para escuchar tu respuesta y le respondiste sin titubear que yo te daba PENA.
Te daba PENA hacerme daño.
-La POBRE-, dijiste, -con lo enamorada que está, no quería que sufriera.-

Entonces se me hinchó la vena de la sien y pensé en levantarme y alinearte los chacras diciéndote un par de cositas:

¿PENA? ¿Pena de una mujer que ha estudiado, trabajado, vivido en el extranjero, parido, y conseguido lo que se propone? ¿Pena de una mujer que va con la cabeza alta porque sabe lo que vale? 
Diga usted MIEDO, caballero. MIEDO.

Miedo a perderlo todo.
Miedo a que nadie vuelva a valorarte como yo lo hice.
A admirarte tanto.
A confiar en ti.
Miedo de que todo lo bueno que sentía por ti desapareciera de un plumazo, tal y como ocurrió.
Miedo a cargarte todo lo cosechado durante estos años.
Miedo a que nadie quiera volver a construir algo sólido contigo.
Miedo a que la nueva persona no se comprometa tanto.
A que ella se replantee la aventura y quiera volver con su expareja.
Miedo a que le salga bien.

Miedo a que otro hombre aproveche la situación y me invite a tomar una copa.
Miedo a que me pinte los labios de rojo,
A que se me escape la risa tonta escuchando sus historias.
Miedo a que yo sienta la misma felicidad que tú sentías cuando ella te enviaba un mensaje.
A que yo desee, tal y como tú deseabas, que me toquen sus manos "nuevas".
Miedo a que me pueda ir bien con otra persona, aunque sea durante tres días.
Llámelo usted como lo que es: MIEDO, cariño.

Y aunque quise gritarte todo esto cual bruja histérica, lo cierto es que, después de las sentadillas, los burpees, los abdominales, y el resto de ejercicios de tortura que me obligó a realizar mi entrenadora (parece ser que le pago para eso), mis pintas de treinteañera moribunda no eran las más adecuadas para dejarme ver. Pagué sigilosamente y me fui. Total, no hace falta que yo te diga todo esto.

Tú ya lo sabes.
¿No?



Camino a la bimaternidad: fecundación 2



-Vamos a fluir- nos dijimos.

Y en menos de dos meses tenía un predictor positivo y un marido gritando de fondo: PERO CÓMO TE COMPRAS UN TEST DE EMBARAZO ASÍ SIN AVISAR?


Cuando empiezas a acomodarte en el mundo de la maternidad porque tu primera fecundación crece, te entra la nostalgia y ves a los bebés como seres adorables. Te olvidas de que una vez estuviste enterrada en la miseria y sentías que nunca recuperarías nada de tu vida pasada: ni tu ocio, ni tu peso, ni tu sex appeal, ni tu suelo pélvico... ni el amor que sentías anteriormente por tu marido y que perdiste viéndole dormir profundamente a tu lado mientras tú estabas en un estado de alerta incontrolado.


Ahora que vuelvo a estar aquí, lo tengo claro: no vuelvo a quedarme embarazada.

Las náuseas, los entrenamientos de octogenaria, el dolor lumbar, la tensión baja, la preocupación pensando en si le pasaré algún defecto genético incluido en mi ADN... quita, quita.


Y a pesar de que lo tengo claro, sé que cuando el Churumbel salga de mi cuerpo, sentiré tristeza. Por un lado,  por que no volveré a vivir esta experiencia nunca más y, por otro lado, por que tendré que decirle adiós para siempre a este espectacular busto que luzco actualmente.


Aunque también les digo, la maternidad me ha dado un chute de amor propio que no tenía, ni por asomo, cuando mis pechos estaban situados en su lugar original. Si un día mi marido me abandona cruelmente y me veo obligada a entrar en el mercado del amor, que sepa el resto de hombres que esperan pacientemente a desabrocharme el sujetador algún día, que si lo que quieren es encontrarse unas tetas de 23 años, que se vayan a buscar pareja a la universidad.


A pesar de haber vivido los dos embarazos de forma diferente, hay cosas que se repiten. En la semana 22 me confirman que el Churumbel está sentadito como un rey sobre mi cuello del útero, tal y como lo hizo su hermana, razón por la que me hicieron la anterior cesárea.

Conclusión, yo no tengo un útero, yo tengo un sillón de hidromasaje incrustado dentro de mi ser. Por este hecho, la matrona me ofreció la posibilidad de realizarme la técnica de la moxibustión, que concretamente es:


Terapia china que puede ayudar a que un bebé que viene de nalgas se gire. Consiste en quemar una hierba (Artemesia spp.) cerca de la piel en un punto de acupuntura del dedo meñique del pie para estimular el útero. 


Yo soy una tía bastante racional. Por supuesto que considero que somos energía... pero si me encuentro mal me tomo un Paracetamol en vez de una infusión de corteza de sauce, y si estoy triste voy al psicólogo en vez de a una sesión de Reiki.

Así que cuando me visualizaba acostada en la camilla de la consulta y me imaginaba a la matrona pasándome un puro por los dedos de los pies, me entraba la risa. Sin embargo, no podía dejar pasar la oportunidad de intentarlo.


A día de hoy les puedo asegurar que la moxibustión funciona. Funciona tanto que, sólo hablando de ello con mi marido y mis amigas, el Churumbel se dio la vuelta. Así que finalmente, no tuvieron que quemarme los dedos de los pies y no pude vivir esta gran experiencia que seguramente me habría dado para un largo post en este blog. Sorry.


En cuanto a la actitud de mi hija con la futura llegada del Churumbel, debo decir que no para de nombrarlo. Le da abrazos y besos a mi barriga, me asegura que le limpiará la caca y que le dará a probar el jamón ibérico y los helados. A ver si no cambia de idea cuando nazca y se dé cuenta de que nos lo vamos a quedar para siempre...


Querido Churumbel, deseo profundamente que tu mayor problema de salud sea que quieras ser Tiktoker a los 14 y te tengamos que curar a bofetones.


Te esperamos con muchííiisimas ganas, pero ven en enero que van a ampliar la baja por maternidad.


Te queremos💖



Madre primeriza: la vuelta al trabajo.



Mi hija salió de mi útero, pero en ocasiones he llegado a pensar que nació directamente del Basque Culinary Center. 

Hay un momento crucial en la vida de una madre: la incorporación al trabajo.
Te pongo en antecedente: cinco meses de lactancia materna exclusiva, y una hija que sufre aberración total por las tetinas.

Recuerdo cuando la gente me decía: Si le das el biberón no va a querer la tetaJAJAJAJA, ui que me atraganto.

El tiempo se me acababa, así que no tenía más remedio que intentar otra vez que aceptara el biberón, pero cuando ella me veía aparecer con él en la mano, daba igual que fuera el biberón más parecido al pezón materno del mercado, respetuoso con su anatomía bucal y hecho de materiales sostenibles y orgánicos:

(He aquí la conversación que hubiéramos tenido si la musculatura orofacial de la Churumbela se lo hubiera permitido)

-Me niego a tomar ese líquido sabor mierda seca.
-Es mi leche, cariño.
- Me niego a tomar tu leche de esa teta de plástico sabor mierda seca.

Después de muchos intentos (MUCHOS), tuvimos que aceptar que debíamos entrenarla para que se bebiera la leche con cuchara. 

Gracias universo por ponerme retos que no me dejen alcanzar la paz mental.

Como a mi hija no le gustaba mi leche descongelada (también me salió remilgada para eso) me decidí a comprar una leche de fórmula a ver si el cielo me iluminaba. Mi idea fue empezar a mojarle una cuchara en la leche artificial, para que ella fuese aceptando el sabor.

-Sabe a mierda frita
-No te he traído yo al mundo para que la palabra que más repitas sea mierda.
-Pues sabe a sobaco ahumado, a souflé de pis, a esféricos de peo, dame la tuya mami, que está más rica.

Desesperados, comprábamos diferentes tipos de leche pero...

-La sensación que me inunda el paladar es asquerosa. Coge tus cuchillos y vete.
-LA MADRE QUE TE PARIÓ

-Pero déjame las tetas aquí

Lo de haber parido a una crítica gastronómica no me estaba gustando ni un pelo, casi prefería que se hubiera decantado por hacer una sesión con Bizarrap.

Pero a mi hija había cosas que sí le gustaban:
Chupar los dedos de mami
Chupar la ropa de mami
Chupar los zapatos de mami
Todo aquello con cero nutrientes y diez mil bacterias era bienvenido en su cavidad oral.

La pediatra me aconsejó: Échale cereales a la leche, le gustará. Para todos aquellos que estén out del mundo de la maternidad les explico que ya no se aconseja dar NADA que no sea leche antes de los 6 meses, ni siquiera los cereales. Pero vista mi situación, yo le habría dado un bocadillo de pata de cerdo asada si hubiese sido necesario. Así que le di los cereales.

Y comió.
Con cuchara, pero comió.
Y a mí me invadió una felicidad indescriptible. Iba a poder incorporarme al trabajo TRANQUILA, sabiendo que la niña no iba a morir de inanición en mi ausencia.

Y fui feliz durante dos semanas. Las dos semanas que estuvimos entrenándola antes de mi vuelta al mercado laboral. Hasta que un día, tras darle de comer, le salió un sarpullido alrededor de la boca. Probamos una vez más y volvió a pasar.

Veredicto del pediatra: Posible alergia, no se la des más hasta hacerle las pruebas.
Solución: Leche hidrolizada (Esa sí que sabe a mierda seca DE VERDAD.)
Consecuencia: Tuve que pedirme un mes de excedencia para darle tiempo a que se acostumbrara al sabor (sabe a pescado podrido, y esto ya no es broma).

Spoilers:
Mi hija ya tiene 16 meses y afortunadamente no es alérgica.
Come como un rinoceronte.
Cuando cena, suelo pensar que tiene nutrientes suficientes como para aguantar tres días, pero se sigue despertando para pedir teta.
Se come el jamón ibérico como si hubiera nacido en una familia de millonarios a cargo de una granja de cerdos belloteros.
Como me descuide, dentro de unos meses me pide maridaje.

Que Dios nos coja confesaos.


Churumbela, eres la mejor.



Madre primeriza: Nuevo drama desbloqueado



Mi hija ha decidido burlar a la muerte diariamente para que su madre no sepa nunca más lo que es la salud mental.

 

Resulta que a la Churumbela le gusta dormir boca abajo. No pasaría nada si tuviera 19 años, pero es que todavía no ha cumplido los 5 meses y los bebés deben dormir boca arriba para evitar LA MUERTE SÚBITA DEL LACTANTE. La muerte súbita es cuando un bebé saludable muere durante el sueño. No se conoce la causa exacta, pero sí los factores de riesgo que la ocasionan, 

 

¿Y cuál es el factor de riesgo más importante?
 
DORMIR BOCA ABAJO
 

Gracias vida por este sueño.


Pues mi hija ha decidido que, a partir de ahora, ella va a dormir así, da igual las veces que la ponga boca arriba, ella no tarda 30 segundos en darse la vuelta y ENTERRAR SU CARA EN EL COLCHÓN.

 

El pediatra me dijo que, efectivamente, debía girarla boca arriba, y añadió: 


PERO SIN OBSESIONARTE.

 

Y yo me pregunto:

 

¿Cuántas veces debo darle la vuelta para que no se considere una obsesión? ¿Siete? ¿Diez? Y si son las 12 de la noche y ya la he girado 13 veces, ¿la dejo dormir el resto de la noche así? ¿CON LA MUERTE SÚBITA AL ACECHO?

 

Encima, cuando tienes que cambiar de postura a un bebé a las 3 de la mañana y tú no has podido descansar nada todavía, a veces ocurre algo COMPLETAMENTE ATERRADOR:

 

SE DESPIERTA

 

Y cuando la Churumbela abre los ojos como si fueran las cinco de la tarde, yo le digo:

 

"Cariño, a mami le va a explotar el cerebro y necesita descansar, ¿nos dormimos?"

 

Pero ella entiende:

 

-VÍSTETE, QUE NOS VAMOS DE AFTER.

 

Entonces la cojo en brazos y le canto canciones en francés con la esperanza de, primero, que se vuelva a dormir para poder dormir yo y, segundo, engatusarla poco a poco para poder volver a Disneyland en un futuro alegando que la niña lo desea profundamente.

 

Y la Churumbela me sonríe y me contesta con vocalizaciones que se traducen en:

 

"¿En serio me cantas esa porquería? Cántame algo de lo que escuchas tú en la ducha, mami 

Otra, otra noche, otra, 

AY QUE YO NO TE BOTÉÉÉÉ..."

 

Y sigo paseándola hasta que se duerme, no sin antes advertirme:

 

"Me voy a dormir, pero cuando menos te lo esperes me volveré a dar la vuelta, te lo digo por si te cuadra descansar un poco… para que no lo hagas muy profundamente."

 

Cuando se duerme, yo me tengo que levantar y comerme una galleta Príncipe para tranquilizarme, que ya ni tengo sueño, ni ganas de vivir, y la verdad que podría optar por una opción más sana, pero la realidad es que una mandarina no me tranquiliza igual.

 

Una hora después, abre los ojos:

 

"Mami, ahora quiero teta"

 

Y yo, amigas, estoy viviendo todo esto sin poder echarme una copita de vino tinto.



Te quiero, Churumbela.
Que la vida me regale muchos años junto a ti para poder devolverte estos momentos despertándote los domingos tempranito a golpe de caldero diciendo:
LA QUE TIENE BUENA NOCHE NO PUEDE TENER BUEN DÍA, 
LEVÁNTATE QUE HOY TOCA LIMPIEZA GENERAL.


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