Camino a la bimaternidad: fecundación 2



-Vamos a fluir- nos dijimos.

Y en menos de dos meses tenía un predictor positivo y un marido gritando de fondo: PERO CÓMO TE COMPRAS UN TEST DE EMBARAZO ASÍ SIN AVISAR?


Cuando empiezas a acomodarte en el mundo de la maternidad porque tu primera fecundación crece, te entra la nostalgia y ves a los bebés como seres adorables. Te olvidas de que una vez estuviste enterrada en la miseria y sentías que nunca recuperarías nada de tu vida pasada: ni tu ocio, ni tu peso, ni tu sex appeal, ni tu suelo pélvico... ni el amor que sentías anteriormente por tu marido y que perdiste viéndole dormir profundamente a tu lado mientras tú estabas en un estado de alerta incontrolado.


Ahora que vuelvo a estar aquí, lo tengo claro: no vuelvo a quedarme embarazada.

Las náuseas, los entrenamientos de octogenaria, el dolor lumbar, la tensión baja, la preocupación pensando en si le pasaré algún defecto genético incluido en mi ADN... quita, quita.


Y a pesar de que lo tengo claro, sé que cuando el Churumbel salga de mi cuerpo, sentiré tristeza. Por un lado,  por que no volveré a vivir esta experiencia nunca más y, por otro lado, por que tendré que decirle adiós para siempre a este espectacular busto que luzco actualmente.


Aunque también les digo, la maternidad me ha dado un chute de amor propio que no tenía, ni por asomo, cuando mis pechos estaban situados en su lugar original. Si un día mi marido me abandona cruelmente y me veo obligada a entrar en el mercado del amor, que sepa el resto de hombres que esperan pacientemente a desabrocharme el sujetador algún día, que si lo que quieren es encontrarse unas tetas de 23 años, que se vayan a buscar pareja a la universidad.


A pesar de haber vivido los dos embarazos de forma diferente, hay cosas que se repiten. En la semana 22 me confirman que el Churumbel está sentadito como un rey sobre mi cuello del útero, tal y como lo hizo su hermana, razón por la que me hicieron la anterior cesárea.

Conclusión, yo no tengo un útero, yo tengo un sillón de hidromasaje incrustado dentro de mi ser. Por este hecho, la matrona me ofreció la posibilidad de realizarme la técnica de la moxibustión, que concretamente es:


Terapia china que puede ayudar a que un bebé que viene de nalgas se gire. Consiste en quemar una hierba (Artemesia spp.) cerca de la piel en un punto de acupuntura del dedo meñique del pie para estimular el útero. 


Yo soy una tía bastante racional. Por supuesto que considero que somos energía... pero si me encuentro mal me tomo un Paracetamol en vez de una infusión de corteza de sauce, y si estoy triste voy al psicólogo en vez de a una sesión de Reiki.

Así que cuando me visualizaba acostada en la camilla de la consulta y me imaginaba a la matrona pasándome un puro por los dedos de los pies, me entraba la risa. Sin embargo, no podía dejar pasar la oportunidad de intentarlo.


A día de hoy les puedo asegurar que la moxibustión funciona. Funciona tanto que, sólo hablando de ello con mi marido y mis amigas, el Churumbel se dio la vuelta. Así que finalmente, no tuvieron que quemarme los dedos de los pies y no pude vivir esta gran experiencia que seguramente me habría dado para un largo post en este blog. Sorry.


En cuanto a la actitud de mi hija con la futura llegada del Churumbel, debo decir que no para de nombrarlo. Le da abrazos y besos a mi barriga, me asegura que le limpiará la caca y que le dará a probar el jamón ibérico y los helados. A ver si no cambia de idea cuando nazca y se dé cuenta de que nos lo vamos a quedar para siempre...


Querido Churumbel, deseo profundamente que tu mayor problema de salud sea que quieras ser Tiktoker a los 14 y te tengamos que curar a bofetones.


Te esperamos con muchííiisimas ganas, pero ven en enero que van a ampliar la baja por maternidad.


Te queremos💖



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