Tus calzoncillos rotos



Ayer hacía un día perfecto para poner la lavadora.
El sol brillaba y me gritaba que la ropa se secaría muy pronto así que tuve que aprovechar el momento. Extraños placeres de ser una mujer adulta, supongo.

Mientras tendía mis camisetas, las toallas y los pantalones, me di cuenta de que tus calzoncillos amarillos del Primark, esos que te regaló tu madre, estaban rotos.
Los cogí y me dirigí a la basura, pero me di cuenta de que no podía tirarlos ni en el vidrio, ni en el plástico, ni en el papel, ni en el orgánico.
Recordé que cerca de casa había un contenedor de ropa, así que decidí meterlos en una bolsa para llevarlos más tarde a su destino.

Pero de repente... me asaltaron varias dudas.

¿Estarían incrustadas en tus calzoncillos, tus pocas ganas de escucharme?
Tus silencios en el sillón... ¿Estarían entretejidos entre el algodón y el elastano?
Tu mal humor, tu desconfianza, tu desgana...

¿Eso dónde se recicla?

A ver, que yo soy una mujer que intenta cuidar el planeta y todo eso, así que me pregunto...

¿Estaré impidiendo el normal funcionamiento del contenedor textil si echo ahí tus calzoncillos, que a pesar de estar limpios y oler a frutos rojos, están llenos de mierda sentimental?

Y entre tanta cavilaciones volví a cuestionarme...

¿He gastado yo mi detergente, mi suavizante, mi agua, mi luz y lo más importante: MI TIEMPO en lavarte unos calzoncillos y ahora los voy a tirar así como así?

Ni loca, amigo. No está la cosa para andar desperdiciando, y menos en tiempos de pandemia.
Tú te los vuelves a poner una vez más, que están LIMPITOS Y RELUCIENTES.

Eso me dará un poco más de tiempo para pensar en qué hacer con ellos...


¿Conoce alguien algún rito vudú?


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