El hijo rojo de los cojones PARTE II


Primero deberías leer: El hijo rojo de los cojones PARTE 1

Una vez pensé que estaba unida por un hilo rojo a un tío capaz de cortarse el dedo con tal de no comprometerse conmigo. Afortunadamente ese hombre estaba unido a otra pobre mujer y no a mí. 
Gracias Karma, no me lo merecía.
Lo siento por ti, hermana.

Y lo supe cuando te encontré a ti.
Tú sí que eres el extremo de mi hilo rojo, y me siento feliz por ello. Primero, porque el hecho de pasear dedos putrefactos por el universo no me llamaba la atención, y segundo, porque no me gustan los bolsos de Cachemir.
Contigo al menos tengo la certeza de saber que no te vas a cortar una extremidad con tal de marcharte, 
POR AHORA.

Sin embargo, la otra noche mientras tú dormías, tuve una de esas noches de insomnio pre-menstrual que me joden la nocturnidad una vez al mes. Y a mí la oscuridad me despierta los agobios y la creatividad, así que ese día no iba a ser menos.

Comencé pensando que era dichosa y afortunada por estar a tu lado. El hilo ya no me parecía un puto hilo de mierda, sino una bendición que me había llevado a encontrarte.
Pero mi agobio empezó.

Nunca me han gustado las ataduras, y tú estabas atado a mí. Sentí como si algo (una leyenda de mierda, para ser exactos) te obligase a estar aquí conmigo, y yo sólo quiero que estés aquí porque TÚ lo deseas y no por un hilo de los cojones.

Lo cierto es que habría sido sencillo hablar de todo este aluvión de miedo contigo, pero estabas roncando. Así que planeé cómo podía quitártelo.

Busqué la leyenda en internet y leí que el hilo rojo se podía estirar, contraer o enredar, pero nunca romper, así que decidí desamarrarlo. Tan difícil no era.

Por la mañana, bajé la basura y aproveché para amarrar tu extremo del hilo a una farola.
Una farola bonita, todo sea dicho de paso.

Volviendo a casa pensé que la gente podría tropezarse con el hilo, y casi voy a desamarrarlo, no quería colapsar más los hospitales. Pero luego me imaginé a multitud de personas haciendo el limbo y me gustó la idea, así que subí contenta las escaleras y puse un reguetón a toda mecha por si eso motivaba a los viandantes.

Cuando te volví a mirar a la cara después de aquello, te vi un hombre libre y me encantó.
Pero anoche me volvió el insomnio y volví a angustiarme.

Empecé a pensar que si YO había sido capaz de desamarrar el hilo de tu dedo, CUALQUIER PERSONA podría desatar el hilo de la farola y amarrarlo a CUALQUIER COSA.

Me imaginé paseando despreocupada y arrastrando una lata de sardinas, haciendo un ruido insoportable unido a un tufo constante que jamás me abandonaría. Me vi unida a Donald Trump, a Santiago Abascal...
Ya te digo, a cualquier cosa.

Pero lo peor fue cuando se me ocurrió la idea de que alguien podría unirme a Pepe Benavente, y que a su vez él, en un arrebato de pasión podría cantarme:

"Quién pudiera tener la dicha que tiene el gallo
...el gallo sube
echa su polvorete... y se sacude..."

Y a mí, cegada por el momento y olvidando que él no es el verdadero autor de esta sintonía, podría invadirme la necesidad de deshacerme de él. Y te aseguro que lo conseguiría, porque las series que he visto me han enseñado a limpiar escenas de crímenes a la perfección y, si algo fallase, también sabría salir airosa de juicios imposibles alegando desequilibrio mental.

Total, que no me merecía la pena meterme en este tipo de problemas.
Así que bajé a las 4 de la mañana para desatar el hilo. Era un poco temprano, pero tenía que evitar los controles policiales debido al actual confinamiento, además, con la suerte que tengo... si esperaba a que se hiciera de día seguro que ya habría un grupo de obreros reformando la calle y ya la farola habría desaparecido, que tan bonita no era. Así que no dudé y lo hice. A quien madruga Dios le ayuda.

Volví a la cama y te amarré el hilo MUUUUUY fuerte.

Para una cosa que me sale bien... no seré yo la que vaya a joderla. Gilipolleces las justas.

Y por eso tienes hoy el dedo con gangrena.


Besis.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total