Tengo una neurona algo exhibicionista
En el concierto de mi vida, que no es como un concierto de Mozart pero suele sonar buena música, yo soy la directora. O por lo menos lo era.
Desde hace unas semanas, una de mis neuronas ha decidido hacer un striptease y quitarse sensualmente su traje de mielina, impidiendo así que le llegue cualquier impulso eléctrico y, por consiguiente, cualquier orden cerebral.
Y ahora resulta que se gobierna sola.
Su ego ha crecido y se siente poderosa. Se dedica a ponerle traspiés a las demás, se hace trenzas en las dendritas, decora su axón con pintauñas rojo, se pasa las noches bailando twerking en el cerebelo y usa la batuta que yo utilizaba para dirigir la orquesta de mi vida,
para dar latigazos en el culo a todas las neuronas que pasan por delante.
Y lo peor es que al resto parece caerles bien.
A causa de todo esto mi cerebro está en stand by. Las únicas regiones activas son las que me permiten respirar y moverme, así que puedo parecer una persona normal (o al menos eso creo) aunque mi cerebro viva en una continua fiesta de Pachá a las 2:30 de la madrugada.
Ante este percal, mi corazón se ha transformado momentáneamente en Donald Trump y ha comenzado a hacer un muro sin preguntarme, ya que conoce el modus operandi que hemos estado llevando a cabo desde hace 30 años. Dice que ante cualquier aviso lo destruye, pero que por ahora siguen llegándole los camiones de ladrillos y cemento.
Y la verdad es que a mí, a pesar de que apoyo la globalización y la libre circulación de partículas por mi cuerpo siempre y cuando no sean microplásticos, aluminio, bacterias mortales o espermatozoides (estos últimos tienen ciertas áreas restringidas), la idea de hacer un muro nunca me ha parecido tan buena. Mi corazón y mi cerebro funcionan bien teniendo un partido nacionalista, aunque no coincida con mi ideal político externo.
Mi única esperanza es que la vida de esa neurona llegue a su fin y un fagocito la expulse de mi cuerpo mediante el sudor o mediante una micción rapidita después de beber cerveza. Sin embargo, me da miedo que las demás hayan aprendido algún tipo de ritual mejicano y que su espíritu se quede para siempre en mi cuerpo calloso.
Y voy a parar ya de escribir porque parece que comienza una nueva sesión de twerking.
Neurona, hija de puta,
devuélveme mi batuta.
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