Tú te duchas y a mí me da por pensar.

Mientras te duchas, a mí me ha dado por sentarme en nuestra cama a recordar tonterías. Debe ser el síndrome premenstrual.
  
Me acuerdo de aquellas veces que nos atragantábamos de tanto reírnos.
De cuando bebíamos vino en casa, rompíamos sin querer las copas y terminábamos por brindar en vasos de tubo (A pesar de la pérdida de glamour que eso significaba).
  
De cuando nos poníamos a comer pan en la cama y luego nos pasábamos toda la noche tirando los piscos al suelo. De lo mucho que me gustaba que me dijeras que, si te enseñaba una teta, al día siguiente barrías tú.
 
De lo que me reía cuando íbamos a la playa y yo te peinaba con la raya a un lado, estilo monaguillo.
Un look que combinaba muy bien con tu cara triangular y por el que podría haber ganado, sin ninguna duda, un premio Fígaro en la categoría de peluquera revelación.
 
Y ahora estoy aquí, sentada y con la mirada perdida, esperando a que tires de la cisterna (ah no, que te estabas duchando) con una sensación horrible.
Supongo que esa vida que teníamos se fue por el desagüe alguna de las veces que nos bañamos juntos, o tal vez la tiraste al contenedor del vidrio pensando que era una botella de aceite.
 
Te juro que no sé qué coño me pasa, pero cuando me siento aquí noto una molestia constante que me dice que las cosas no van bien, una bola de pelo en la laringe que no se me va ni bebiendo agua, y aunque a veces pueda acostumbrarme a ese picor continuo en el gaznate, cuando el mundo se para y me siento en esta cama, vuelvo a sentirla. Ahí está. Hasta he pensado en comprarme un gato para tener a quién echarle la culpa.
 
Me pregunto si tú también tienes esa sensación.
 
Una pequeña parte de mí quiere que huyas por la ventana del baño, y te recuerdo que vivimos en una casa terrera así que no tendrías problemas para escapar. Está un poco alta, pero sólo tienes que poner el pie en el borde de la bañera, dar un pequeño brinco, y desde ahí accedes fácil. Salta, vete. No sé porqué pero yo tengo las piernas ancladas aquí, como si le hubiese puesto a la suela de mis pantuflas de unicornio, una cinta de doble cara de alta calidad. Sí, mis babuchas están pegadas a tu horripilante alfombra, y yo prefiero ignorar la idea de que está en mi mano sacar los pies y pirarme igualmente.
 
Así que este es el momento, abre la ventana y esfúmate. Prometo encender las luces del jardín para que no te tropieces. No olvides recoger tus pelos del desagüe antes de irte. 
Deseo, de todo corazón, que el vecino no te vea corriendo en pelotas por la calle y llame a la policía. Y de corazón también te digo, que espero que todo te vaya bien.
 
Uy mierda, que ya sales.
  
-¿Estás bien, cariño?
-Perfectamente.

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