Cuidado cari, tienes algo en el hombro


Ayer, mientras te daba un abrazo de despedida, escuché un susurro.
 
En un primer momento pensé que venía de tu boca, pero me di cuenta de que tus labios no se habían movido ni un milímetro. Luego pensé que me estaba volviendo esquizofrénica y que quizás ya iba siendo hora de aceptar mis desequilibrios mentales... pero lo que ocurría era todavía más surrealista que una enfermedad psiquiátrica de las que pueden regularse con medicación:
 
La voz procedía del ángel que vive sobre tu hombro.
 
Tienes uno, ¿no lo sabías?
  
Mientras te abrazaba, me quedé mirando a un minúsculo y adorable personaje con alas:

-Mejor vete y búscate otro objetivo- me dice el entrometido angelito.
 
Y yo, al mismo tiempo que lo veía hablar y moverse, barajé la posibilidad de que el chupito de ron miel que me habías servido unas horas atrás fuese, en realidad, de Ayahuasca.
 
-Te estoy hablando a ti, vete ya- me dice con mala leche el muy capullo.

Dos segundos después, otra voz se unió a la conversación con un tono excesivamente pedante:
 
-Yo te iba a decir lo mismo.

Y ahí me di cuenta de que yo también tenía un ángel en mi hombro. Un ángel que no había visto en los treinta años que tengo. TREINTA. 

¿Qué digo? ¿Un ángel? Rectifico: un cabrón en miniatura con alas de paloma que no se ha dignado a aconsejarme en la elección de mis anteriores relaciones sentimentales. Ya podrías haber aparecido antes, hijo de puta.
 
Pero entonces hablaste tú y me deseaste una buena tarde, y yo, mientras salía por la puerta de tu casa en estado de shock, pensaba en lo que acababa de suceder. Mi cerebro iba a mil por hora y me dirigí al coche algo desconcertada.

... Y justo cuando me iba a subir, vi de refilón como un personaje vestido de rojo y con cuernos me miró (tengo que decir que éste sí me sonaba de algo), se acercó a mi oído y me dijo una palabra:
 
-Depílate.
 
 
Yo, por si acaso, ya pedí hora con el psiquiatra.
 
Y con la esteticista.
 

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