Cari, aquí huele a rancio


Aquí estoy, entre tus deterioradas paredes. 
Deberían darte vergüenza, las tienes fatal.
 
A ver, al principio no estaban tan mal, pero cuando todo empezó a torcerse y comenzaron a ensuciarse yo vi una solución clara: colgar cuadros para disimular las partes chunguis y poder continuar viviendo aquí como si no hubiese pasado nada.
 
Pero hoy miro a mi alrededor y me doy cuenta de que se me fue de las manos. Colgué tantos que ya la casa tiene un aire extraño a persona con síndrome de Diógenes artista venida a menos. Y la verdad, ojalá gracias a esta situación me hubiese convertido en una artista maravillosa, porque las artistas pintan, cariño, invierten sus emociones en algo productivo y desestresante, pero yo ni eso. Yo he tenido que comprar estas obras de belleza cuestionable en el chino del barrio. 
 
Y ya ni me acuerdo del color de la pared.
 
Pero ya se me acabó el dinero para seguir adquiriendo cuadros de forma desmedida.
Ya se me acabaron las ganas de pagarle treinta euros cada quince días a Shaoran Yun Ki, que tú sabes que me cae muy bien, pero antes prefiero gastarme ese dinero en un pack de dos sartenes de cobre, que en seguir tapando tus mierdas para autoengañarme.
 
Aunque quién sabe, quizás ya no me queda más remedio que plantearme las cosas porque lo que en realidad se ha acabado es el hueco en la pared.
 
Qué tienen estos muros, que me hacen dormirme con un mal sabor de boca aunque haya cenado mousse de chocolate. Qué tienen, que cuando estoy duchándome solo pienso en escaparme de aquí. No entiendo qué es lo que pasa, que ya ni el aroma del Fructis Hidraliso quita el olor a rancio del ambiente.
 
Y ahora qué. Dónde está el hilo que necesito para coser mi alma rota. Y por qué me quedo aquí, esperando a que se recupere, a sabiendas de que ese hilo no lo tienes tú. Guardando esa esperanza ínfima, olvidando que tú no has entrado en una mercería en tu vida.
 
Por qué le hago caso a tus palabras si ya hace tiempo que no tienen verdadero contenido. Por qué dices que me quieres si tú ya no estás seguro, por qué no puedo cruzar esa puerta e irme, si ya sé que aquí no pinto nada. Ni siquiera los cuadros mierdosos de Shaoran Yun Ki.
 
Dónde encuentro la gasolina para sacar mi coche de tu puto garaje.
Cuánto tiempo voy a poder seguir viviendo de lo bueno que nos pasó pero que ya forma parte del pasado.
 
Y dime por qué coño estoy pensando esto mientras camino hacia el chino con 30 euros en la mano, 
con la esperanza de encontrar un cuadro chiquitito capaz de cubrir el último hueco.
 
Pero te juro que éste es el último.
La próxima vez, me voy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total