Te cambio por una tortuga


Hace ya algún tiempo que decidiste marcharte. Cogiste un tren hacia no sé dónde y no me preguntaste si quería ir contigo por si yo te decía que sí.

Yo ya me había dado cuenta de que tus excusas empezaban a sonar a teletienda barata: a la Trituradora-Cortadora-Exprimidora 3.000 para hacer ensaladas, a la Batamanta de piel de leopardo para vestir con clase en el hogar, al Electroestimulador Abdominal para muscularte mientras te comes una hamburguesa y al Panty-Anticelulítico-Moldeador que reduce diez tallas de cintura sin provocar hemorragias internas.

Te piraste, y no me informaste ni siquiera de la hora ni del día de tu huída. A mí me habría gustado estar ahí para ayudarte con las maletas, para desearte que te diesen por el culo buena suerte, para despedirte agitando mi pañuelo de los mocos con la cabeza alta y los ojos acuosos. Me habría gustado saber que te ibas para poder buscar consuelo carnal en otros brazos sin remordimientos.

Pero no, yo me quedé aquí esperando a que volvieras, deseando que dieras media vuelta, que te lo pensaras dos veces, que no pudieras vivir sin mí, o por lo menos, que no pudieras vivir sin mi picardías azul eléctrico, ese que tantas buenas noches nos dio.

Pero ni eso.

Así que me harté de tanta espera. Me aburrí. Me cansé.

Y esta tarde mientras doblaba la ropa, mi cerebro empezó a gritarme que hay millones de hombres en el mundo y que si no encuentro ninguno que me guste, siempre puedo comprarme una tortuga.

(Parece ser que los gatos pasaron de moda)

La verdad es que si lo pienso fríamente, este adorable animalito verde estaría más que capacitado para darme el mismo cariño que me dabas tú, tendría un caparazón algo más blando que el tuyo, y contaría con una pequeña ventaja: jamás se olvidaría los calzoncillos en el sillón.

Te largaste muy lejos y sin embargo estás aquí, durmiendo a mi lado. 
¡Y ENCIMA RONCANDO!

No me obligues a amenazarte con el palo de la fregona para que salgas de mi casa y le dejes espacio a mi nuevo reptil. No quiero quedar como la típica lunática espantadora de hombres con herramientas para limpiar el suelo.

Acepta que por mucho que estés presente, hace mucho tiempo que en realidad no estás, así que si de verdad vas a irte... hazme el favor de marcharte bien, o mejor, hazte el favor de marcharte bien.



Y si alguna vez echo en falta algo tuyo, 
que sean tus croquetas de calabacín.

10 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias Chaly, tú siempre estás ahí leyéndome!

      Eliminar
  2. Me encanta leerte, por esos giros que das y lo clarito que lo dices todo.
    Besis!

    ResponderEliminar
  3. es un placer leerte lo bien que escribes tus letras

    ResponderEliminar
  4. ....lo cierto es que engancha ese pragmatismo que todos en un lado u otro de la secuencia que describes hemos estado o sentido....como la tortuga a paso lento pero firme...van pasando los días.....

    ResponderEliminar

Vistas de página en total