Llegaste, y no eras el primero.
Llegaste, y nuestra vida continuó casi como si hubieras estado aquí siempre.
Comiste teta en la calle desde muy pronto.
Te llenamos la cabeza de migas de pan mientras desayunábamos en las cafeterías.
Bailaste en los carnavales, montaste en avión, escuchaste música en directo, “demasiado pronto”.
Te expusiste (también muy pronto) a los virus gracias a los besos cargados de amor y baba por parte de tu hermana.
O quizás no era tan pronto, quizás era el momento.
Llegaste, y te vestimos con ropa heredada y jugamos con juguetes que no fueron comprados inicialmente para ti.
Te hicimos fotos, pero no tan estudiadas.
Ni siquiera yo escribí mucho sobre ti tras tu llegada.
Porque no fuiste el primero,
Pero eres el último,
Mi último bebé, que crece tan rápido que se me escapa de las manos.
He dedicado este tiempo a mirarte, a darte besos, a disfrutarte, sin pensar en mucho más, precisamente porque eres el último.
Mi última conexión brutal y mamífera con un ser humano que irá, poco a poco, desconectándose de mí.
Porque mi último bebé, ese que ahora me mira con adoración absoluta, un día me dirá que soy la peor madre del mundo porque no quiero comprarle un iPhone 54.
Y yo no te soltaré un buen cogotazo porque soy una madre del siglo XXI que prefiere solucionar las cosas hablando (de todas formas, yo no me la jugaría, mi estilo de crianza puede cambiar en cuestión de segundos).
Le pido a la vida que me deje verte crecer mientras yo pierdo, poco a poco, el colágeno que me queda.
Gracias por haber llegado cuando lo hiciste.
Gracias por enseñarme a disfrutar mucho más la maternidad.
Felices 6 meses de vida, mi niño.

No hay comentarios:
Publicar un comentario