Mi parto


Si has leído mis publicaciones anteriores sabrás que deseé con todas mis fuerzas que mi pareja fuese la que diera a luz a la Churumbela, pero ya te aviso de que no me sirvió de nada. Al final tuve que parir yo.


Durante mi embarazo, muchas de las veces que decía que iba a tener una niña, la gente me respondía:

¡Una princesa!

Así que me pasé gran parte de mi gestación aclarando que yo no paría princesas, sino REINAS, y parece que esta info le llegó a la Señorita, que decidió sentar sus nalgas en el trono (entiéndase "trono" como mi cuello del útero) alrededor de la semana 20 y no moverse más. 


Verás que se da la vuelta, me decían.


Pero no, mi hija quería que la vinieran a buscar, que eso de ponerse de cabeza y salir por la vagina era mucho esfuerzo, y los esfuerzos son para los plebeyos. Además, a saber la de bacterias que hay en una vagina... ella prefería un entorno más... aséptico.


Así que por recomendación médica, mi parto fue por cesárea.


Ingresé la noche anterior ACOJONADA. Yo nunca me había operado y me iban a cortar cinco capas de tejido. Además de eso, le tenía terror a la epidural. Mi miedo era tal, que no era consciente de que iba a tener una hija, sino que sólo podía pensar en que iba a someterme a una operación.

 

Estaba segura de que esa noche no podría comer, pero cuando me trajeron la cena decidí devolverla y me pedí una buena hamburguesota al estilo mejicano con papitas fritas en el 200 Gramos. Los nervios no me quitaron el hambre.


Al día siguiente me vino a buscar un chico para llevarme a quirófano que estaba de muy buen humor. Estaba claro que a él no lo iban a intervenir quirúrgicamente. Y mientras salía de la habitación encima de esa camilla y con un fantástico outfit compuesto por un impresionante camisón con abertura en el culo y un gorro de ducha verde, me di cuenta de que iba a tener una hija.


Antes de entrar en quirófano, esperé en una sala al lado de una chica que iba a operarse de hemorroides. Nos explicaron que a las dos nos iban a poner la epidural, pero que a ella le iban a dar algún relajante más para que estuviera tranquila.


-Pero a ti no te daremos nada más, queremos que tú no te pierdas nada de tu parto

-Ya, ya... jejeje- Dije mientras deseaba ser yo la que se operase de hemorroides.


Me llevaron al quirófano y había mucha gente, se presentaron y me hablaron, pero yo no era capaz de escuchar nada. Me cambiaron de camilla y me prepararon para ponerme la temida epidural. Me puse en la posición que me pidieron respirando hondo e intentando dejar la mente en blanco, y cuando me pincharon pensé que había sido un poco gilipollas al estar tan asustada por esa tontería. No sentí nada, sólo un calambre en el muslo y ya. Así que si estás leyendo esto porque vas a parir, ni te preocupes, duele más darse en el dedo meñique del pie con la pata del sillón.


En poco tiempo, empecé a notar cómo se me dormían las piernas. Perder el control sobre gran parte de mi cuerpo fue muy raro, diría que hasta desagradable. Desde ese momento empecé a mover los dedos de las manos porque sentía que era lo único que podía controlar. A pesar de que estaba completamente anestesiada de cintura para abajo, la sensación de estar dormida me llegó hasta el pecho. Sentía que me costaba un poco respirar y hablar.


Se me acercó un enfermero y me dijo: En unos minutos te vas a marear, avísanos cuando ocurra. Cuando le comenté que ya empezaba a sentirme mal, me contestó: Sólo te va a durar cuatro minutos, aguanta un poco y se pasará. Así fue.


Entró mi pareja y empezaron a trabajar.


No me di cuenta de que me estaban cortando mis maravillosas cinco capas de tejido, pero sí supe el momento en el que habían llegado al útero. Unos minutos después la ginecóloga dijo: Ya está aquí ¡Vaya pestañas!


La niña empezó a llorar y yo también.

La primera vez que la vi fue impactante. Era un ser humano y lo había hecho yo. Con lo despistada que soy y no se me había olvidado nada. Hasta le puse pelazo.


Después de pasar unos minutos con ella, se la llevaron junto a mi pareja.


Yo me quedé en el quirófano para que terminaran el trabajo con una sensación que no había tenido nunca. Una profunda tristeza que no puedo explicar. Me repetí muchas veces que, afortunadamente, la Churumbela estaba con su padre y que yo me uniría a ellos en poco tiempo, pero no podía parar de llorar. Mientras acababa la intervención, las enfermeras se acercaban y hablaban conmigo para tranquilizarme. Una de ellas pidió que me pusieran música relajante (me estaban operando a ritmo de J Balvin) pero yo les dije que no pasaba nada, que de verdad estaba bien.


El tiempo que pasó desde que me operé hasta que subí a la habitación se me hizo eterno. Pero el momento llegó y pude empezar a vivir mis primeros instantes como madre de la Reina que parí. Ella, por su parte, me regaló un perfecto agarre al pecho que me permitió iniciar la lactancia materna sin dramas.


Y bueno, después de nueve meses de incomodidad, de dejar de comer cosas que adoraba, de las visitas a urgencias por culpa de los sangrados, de tener que quedarme en casa durante un tiempo, sin trabajar y sin hacer deporte. Después de los pinchazos de heparina, de los ejercicios de suelo pélvico, de la incertidumbre de si algún día mi abdomen volvería a su lugar... 


SE PARECE A SU PADRE

Pero yo la quiero igual.


Y debo decir que, aunque ella no me conoce bien, sabe que tengo dos tetas y eso parece ser motivo suficiente como para amarme con locura. 


Ahora mi misión en la vida será intentar que nunca se percate de que tiene una madre un poco zopenca. No sé si voy a poder disimularlo durante tanto tiempo.



Gracias Churumbela por todo lo que nos estás dando💜.





3 comentarios:

  1. Me has emocionado muchísimo!!! Viva la reina y su madre también!!

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  2. Tienes arte hasta para contar un momento del que suelen hablar negativamente. Gracias por tranquilizarme, ya que en unos meses también seré madre y tu relato recuerda que cualquier contratiempo merece la pena tras verlos. Tu niña tiene mucha suerte.

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  3. De lo mejor que he leído en tu blog, Maripi. Buen trabajo, no sólo por el texto : ) Trepidante cambio de ritmo. Ojalá vaya todo cada vez mejor. ¡Felicidades de nuevo! Espero que podamos vernos la próxima. Un abrazo grande ^^

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